Eres tú, la criatura de cuerpo ligero como la niebla
de alma y mente salvaje como el mar.
El corcel indomable del hombre
que cabalga sobre mi alma.
Tortuoso y a la vez sabroso,
es el recuerdo que viene hoy a mí.
El recuerdo de tus risos remontando, como océano tormentoso
el viento de las estaciones.
Volando sobre la brisa, mar invisible y fino,
de la verde primavera.
Ondeando como bandera sagrada,
el viento, a veces húmedo, a veces seco, del verano.
Risos perfectos y seductores,
que se agitan al viento de otoño,
la estación anaranjada.
Y se sacuden al frío invernal.
Ah, el recuerdo tan lejano,
que riega este sentimiento.
Triste lluvia salada,
que deja a mi ser sediento.
Ojos sensuales que acarician al mundo,
que atraen y seducen como joyas prohibidas.
Respiran y saborean los colores;
tocan y conquistan corazones.
Al crepúsculo comienza el castigo,
aquél llamado juventud.
Y alejarme de ti tras un cristal empañado.
Me he quedado tan solo con tu aroma,
rosa y perfume delicado.
Me he quedado tan solo con tu memoria,
inundación de un feliz recuerdo.
Ahoga así, la miseria en la que he caído.
Me has derribado y hondeas victoriosa tu bandera
bandera blanca e inocente.
Me has conquistado.
He caído por un par de estrellas,
un cuerpo de montaña y valle,
un cabello de olas salvajes
y un recuerdo, que cuida estos detalles.