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«Chikatilo, la bestia de Rostov» I

PRIMERA PARTE.

Tengo aquí en mi mesa, un cerebro, que he sacado de mi colección de cerebros. Los tengo de todas clases: grandes, rugosos, lisos, pequeños. Tengo el cerebro de Einstein, también el de Mózart, que es muy grande. Pero el cerebro que tengo delante de mí, es el de Andrei Romanovich «Chikatilo». Son réplicas, evidentemente. En sus últimos momentos, antes de ser ejecutado, solicitó que su cerebro se extrajera de su cráneo. Antes de recibir el tiro de fusilamiento, pidió que su cerebro fuese donado a la ciencia, para que nunca más se repitieran los terribles hechos que acontecieron y por los que fue condenado. Fueron muchos los psiquiatras y las instituciones psiquiátricas, que hicieron grandes ofertas para hacerse con el cerebro de Andrei Romanovich.

¿Por qué querían hacerse con ese cerebro?, porque argumentaban que jamás habían visto a alguien que hubiera cometido tales atrocidades. Fue quizá, el más sanguinario, más cruel, el más terrible. Fue conocido como «La bestia de Rostov», también tenía otros apodos como «El destripador», otros como «El carnicero». Entre el 22 de diciembre de 1978 y el 6 de noviembre de 1990, se llevó por delante la vida de 53 personas. No hacía distinciones y en sus manos cayeron: niños, niñas, adultos, abuelos, mendigos, prostitutas, proxenetas, etc. No solo es que los mató, sino ¡cómo acabó con ellos!

Nos adentramos en su biografía. Su vida, no fue nada fácil. En el verano de 1936, en la profunda Rusia de Stalin, las purgas se prodigaban por todo el Estado Ruso. Miles de soldados del ejército ruso, estaban siendo masacrados. Rusia sufría una profunda hambruna y en ese contexto de horror, nacía Andrei Romanovich, en una recóndita aldea de la empobrecida Ukrania. La hambruna alcanzó tal magnitud, que buena parte de la población recurrió al canibalismo. Incluso, cuenta la leyenda, que su hermano mayor fue víctima de los caníbales, de sus propios amigos. Canibalismo en la Europa del siglo XX, canibalismo en la Rusia de Stalin. Esto, acabó con la infancia de Andrei, como con la de tantos niños rusos.

La URSS, entraba en la II Guerra Mundial, atacada por la Alemania Nazi en 1941. Millones de soldados soviéticos fueron al frente y, entre ellos, el padre de Andrei. Stalin pensaba que cualquier soldado que cayera en manos enemigas, era un traidor y su familia unos parias. En esa situación se encontraba la familia de Andrei. Resumiendo, Andrei con tan solo 8 años, había perdido a su hermano, victima del canibalismo; y su padre, considerado un traidor, había desaparecido. Quedando una familia paria, desestructurada y con una infancia de horror.

Andrei avanzaba lleno de complejos. Cuentan que sus traumas provocaron que se siguiera haciendo pis en la cama, hasta los 12 años, víctima del miedo. Incluso ocultó que tenía una considerable miopía. Tanto es así que, sólo cuando tenía 30 años, admitió que le dieran sus primeras gafas.

Para hacerse el fuerte en su círculo de amigos y compañeros de la escuela, se convirtió al comunismo más recalcitrante. Leía con fervor el Diario Pravda ruso. Se posicionó en un comunismo enfermizo. Y así fue creciendo, enormemente tímido, escurridizo y al que el sexo le dio la espalda.

Tuvo un único amor y, cuentan, que en un intento de abrazarla, tuvo una eyaculación precoz en sus pantalones, con el simple gesto de intentar abrazarla.

Viendo la conducta de Andrei, la novia huyó despavorida. Andrei quedó terriblemente tocado, hundido, solo y cabizbajo. Había gente que le tachaba de retrasado mental. Llegado el tiempo del servicio militar y, en la mili, sus compañeros empezaron a mofarse de él. Escuchaba los comentarios y las sonrisas de sus compañeros, que decían que era impotente.

Terminado el servicio militar, su hermana, viendo que le costaba relacionarse y en un acto de compasión, le buscó un apaño, le buscó una novia poco agraciada. Se casaron y la primera erección, que duró solo unos segundos, la tuvo a la semana de intentos de relaciones sexuales. Así y todo, tuvieron dos hijos.

En 1971, sigue lleno de complejos y timidez, impidiéndole relacionarse con la sociedad del entorno. En su intento de prosperar, consigue una diplomatura en la universidad, de maestro de escuela, lo que le proporciona un trabajo del estado. Es aquí donde empieza a gestarse la tragedia de Romanovich y sus víctimas. Le asignan una clase de niños y niñas preadolescentes. Aquí adquiere un sentimiento, una fijación por las niñas.

La URSS pasaba momentos difíciles de guerra fría, por lo que no resultaba complicado hacerse con los servicios de prostitutas. Fuera niña o fuera adulta, con el simpe pago de una pastilla de jabón o un bocadillo. No debemos olvidar que, en un contexto de crisis en la que no todo el mundo conseguía un salario fijo, Chikatiló tenía un sueldo del estado todos los meses.

Andrei, atraído por las niñas, obsesionado con el sexo infantil, buscaba las habitaciones de las niñas, para, con las manos en los bolsillos, masturbarse delante de ellas. Como corría el riesgo de que alguna niña lo denunciase y las autoridades le apresaran, rreunió un dinero y compró una cabaña al final del pueblo y hasta allí llevaba a las niñas, adolescentes y adultas, para realizar, no muchas prácticas sexuales porque no conseguía la erección, era incapaz; pero disfrutaba viendo cómo se desnudaban.

Llegamos al 22 de diciembre de 1978. Andrei, convence a una niña de 9 años, mediante engaño, para que le acompañe a su cabaña. El engaño era el arma de Andrei, siempre tenía buenas palabras para sus víctimas (era maestro de una clase de niños y niñas adolescentes), para llevarlas a un lugar lejano y, allí, dar riendas sueltas a su perturbada mente. Se llamaba Lena y solo tenía 9 años. La engañó para llevarla a su cabaña, empezó a manosearla, pero como no conseguía la erección, solo quedó una única opción: estrangularla con sus propias manos. No le resultó difícil, las manos enormes de un adulto alrededor del pequeño cuello de una niña de 9 años. Aunque no consiguió matarla inmediatamente estrangulada, en el forcejeo le provocó una herida, fue aquí donde el horror y el rencor que tenía encerrado Andrei, floreció al ver la sangre de la herida, provocándole la erección. En el álgido fulgor de la erección, cogió un cuchillo de grandes dimensiones y le asestó hasta 30 puñaladas.

Fotografía de portada de Andrei Romanovich
CONTINUARÁ.
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