Las hojas caen lentamente, llevadas por el viento, como si participaran en un último baile. Un encuentro entre el final de su existencia y la oportunidad de sentir una vez más. Es un baile sin juicios, donde todo se reduce a aceptar el momento presente.

Tal vez, de eso se trate la vida: aceptar dónde estamos y aprender a bailar al ritmo que nos toca, ya sea lento, rápido o estático. Mientras sigamos aquí, cada día nos ofrece una última oportunidad para bailar, para sentir, para aceptar.

Sin embargo, solemos luchar contra nuestro presente, como si estuviéramos atrapados en una vida que no nos gusta. Pero, ¿y si en lugar de resistir, aprendiéramos a bailar con la vida? Aceptar cualquier emoción y situación que nos visite, sin tratar de apresurar ni evadir.

El invierno llega y lo primero que hacemos es añorar la primavera. Pero, ¿y si esta vez decidimos bailar con el invierno? Permitir que nos enseñe a moverse a su propio ritmo. Y cuando llegue el verano, el otoño o la primavera, dejar de esperar a que terminen, para en su lugar aceptar los distintos vaivenes de la vida.

Algunos momentos nos enseñarán a bailar, otros a esperar, otros a perder, y algunos a vivir. Pero al final, el conjunto de todos esos bailes es lo que llamamos experiencia de vida.

Hoy, elijamos bailar con la vida desde la aceptación, abrazando el momento presente. Dejemos de vivir una experiencia limitada por el deseo de que termine, y abramos los brazos al aquí y al ahora.

Así, nos convertiríamos en hojas que, al son de la vida, aceptan su último momento. Un instante para sentir, vivir y aprender en plena armonía con el presente.
Esta vez elijamos bailar con la vida desde la experiencia de aceptar y abrazar el momento, en vez de vivir una experiencia limitada que nos lleva una y otra vez al deseo de terminar con ella.

Y así, nos convertiríamos en hojas que bailan al son de la vida aceptando su último momento del presente de sentir, vivir y aprender...

—Alma Mojica