Antonella Magliocco

Carta al chico de nombre francés

Te escribo hoy, aunque sé que no hace falta,
aunque ya no haya palabras entre nosotros,
aunque el tiempo nos haya dejado en puntos distintos,
todavía tengo algo de ti guardado en mí.
Algo de ese chico con nombre francés
que hizo que todo sonara distinto, más suave,
como si la vida fuera un susurro que solo tú y yo podíamos entender.
 
Recuerdo tus manos, tan suaves y seguras,
como si nunca pudieras dejarme ir.
El sonido de tu voz, casi un canto,
como una promesa en cada palabra,
como un te quiero que nunca dije en voz alta
pero que te lo entregué con cada mirada.
 
A veces me pregunto si alguna vez pensaste en mí
como yo en ti,
si alguna vez pensaste que lo que tuvimos
era más que un suspiro en medio del viento.
Porque para mí, aunque ahora todo sea solo un recuerdo,
fuiste mi refugio,
y en tu abrazo encontré un hogar
del que nunca quise salir.
 
Tu nombre francés ahora suena lejano,
pero aún se queda en mis labios cuando te pienso,
como un eco que se niega a irse.
Quizá por eso escribo esta carta,
para despedirme de lo que fuimos,
de los días que compartimos
y de todas esas promesas no cumplidas.
 
Te dejo ir, pero no te olvido.
Y aunque ya no hay nada que decir,
sé que siempre llevaré en el corazón
un pedazo de ti,
el chico de nombre francés,
que me enseñó lo que es el amor
y lo que duele perderlo.

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