De aquel hidalgo de cetrina y seca
tez y de heroico afán se conjetura
que, en víspera perpetua de aventu
no salió nunca de su biblioteca.
La crónica puntual que sus empeños

Nada. Sólo el cuchillo de Muraña.
Sólo en la tarde gris la historia
No sé por qué en las tardes me aco
este asesino que no he visto nunca
Palermo era más bajo. El amarillo

Ya se le van los ojos a la noche e
y es como una sequía husmeando llu
Ya todos los caminos están cerca,
y hasta el camino del milagro.
El viento trae el alba entorpecida

Como dijo un poeta, siempre me aso

El universo (que otros llaman la
Como todos los hombres de la Bibl
A cada uno de los muros de cada he
El primero: La Biblioteca existe
Hace quinientos años, el jefe de u

El bastón, las monedas, el llavero
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tab
un libro y en sus páginas la ajada

Para que su horror sea perfecto,
Al destino le agradan las repetici
FIN

Ni aquella tarde ni la otra murió
Entonces ocurrió la revelación. M
Esta iluminación alcanzó Marino e

Nadie lo vio desembarcar en la uná
El propósito que lo guiaba no era
Al principio, los sueños eran caót
A las nueve o diez noches comprend
Comprendió que el empeño de modela

Carl Sandburg—acaso el primer poe
Sin recurrir a la transmigración,
En 1908, Sandburg (entonces perio
Sandburg ha recorrido los diversos
Hay en Cari Sandburg una fatigada