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Un haz

Tan diáfana mi visión reflejándose en tus ojos,
inmutable mi pupila cruza tu esfera vivaz,
sin parpadeos, sin pragmas, con un sigilo infinito,
y en su complot se fascinan, es como un eco procaz.
 
 
Cuatro pétalos carmines de húmeda brisa agitada,
caídos en danza osada, en íntima voz fugaz,
como un capullo anegado van nuestros labios atados
por el sudor de la noche, en su travesía audaz.
 
 
La ceremonia del tacto se roba toda la calma,
y la brisa huracanada es un bramido voraz,
fluye un torrente de savia por nuestras ígneas cortezas,
y silva entre nuestras ramas mientras desgarra el disfraz.
 
 
Y en un crepúsculo rosa se dibujan las siluetas
como dos olas inquietas en placentero compás,
y con albina pureza se amalgaman nuestras sales,
somos como corales, como espejismo veraz.
 
 
Amo el aliento de luz que diseñó nuestras almas,
con transparencia ideal tres rayos hacen un haz,
y nuestra esencia divina, la que atraviesa Su olimpo,
atada al ungido nimbo, que es como un vientre de paz.

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