Arcoíris
Es reveladora la presencia de unos
pasos que se acercan, caminando detrás
de tí, en un pensamiento que no es el
tuyo, el más ferviente ni por asomo lo
puede intuir, la vaporosa caja fuerte
donde se guardan las incredulidades que
no se supieron guarnecer al sol, saltan
tus pies, descálzate, refréscate en el jardín,
viste tus pasos con agudos chillidos.
Presento ausencias de esta fortificación
que me envuelve en determinaciones de
piedra y regreso al calor, en la necesidad
del conjunto, aunque de todo y en todo
sopeso la frugalidad de la estrechez del
toque de queda y estoy... y estoy.
Vuélame con esos ojos de paloma crecida
que toco el suelo más de lo necesario el
cuerpo se me hunde en sábanas pegajosas,
crea para mí un acertijo de bálsamos,
duerme, tranquila.
Se desencaja en un porvenir de ceniza
la conciencia del poeta entusiasmado en
su papel de maremoto, tomando un pasaje
bíblico cito “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”, el poeta ancla el poema
en un funeral masoquista de certámenes
aliterarios o ediciones de despropósito.
Tientan los desnudos pies a caerse del
empañado cristal del espejo donde la
misma mirada que encontré esta mañana
me volverá a esperar, no pretendo
refugiarme en una cotidianidad, sácame
de aquí mariposa de labios espumantes,
murciélago de ciclones y tras de tí
arrástrame al principio del arcoíris.
