Dominio
A medida que se descuella por la trenza
de la visibilidad, el inmaduro poeta de llagas
en las orejas, que escucha los rumores
de la tormenta, destapa los sonidos y las
palabras en su más inexacto aroma, para acicalar un arte de elevación vaporosa desde
la fundición de las herejías en búsqueda
de macho, hembra, que acompañen la propuesta de lo probado, desgastando el
desagüe saturado de lluvia, qué un oxidado
metal si hay tanta plata, tanto oro como
para llenar todos los carros de todos los
hipermercados, y una bandada de pájaros puede abatirse de un solo disparo.
Ah sectarios de lo tangible no seré yo quien
lamente vuestro desmembramiento, opacos
al clarear de las solubles sombras venturosas, dilatadas que crispan los nervios de la tierra
con vuestros tumores de aceptación a dios, libraos del peso.
Plataneros en océanos de mitigación, calientan su fruta ajenos al poema de las
raices que les clavan profundos, en la
fertilidad de una madre que supo crear para
ellos la virginidad del sol, de la lluvia tostada
y el remolino de sangre vegetal azucarando
sus venas, acercarse con cercana extrañeza
a la ondulación de tu piel, destrozar un muro,
deshacer una separación de trastorno,
acuéstate platanero en el gran desierto
de chacales mascotizados y renueva la poesía
en tú dominio.
