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El Poema

Me pregunto y es una pregunta sin respuesta
cuantos poetas habrán mojado sus labios
en tinajas de vino, para consumar
la unión sexual con el poema. No es el perfecto
asentamiento que se acaricia en una calurosa noche,
concibiendo hijos de sol, no, el torrente
te desvía a movimientos periféricos, periféricos
en extremo, donde no cabe la medida de la duda.
Desconchadas las paredes me oprimen
en su tambaleante frenesí, el corazón del rugido
impacta en los oídos desconcertados
del olor a rancio que desprenden las ropas
del poeta extinguible.
 
En verdad no es la salida lo realmente importante,
o si te tomas esta o esta medicina,
aún así busca el concierto de la sangre limpia,
tú, desventurado, cansado, el poema se dilata
con un ritmo de tambores en una noche tahur,
y no apuestes todo tu juego,
apremiante juego de praderas otoñales
en las vías del tren que atraviesan la cabeza,
ferrocarriles llameantes de fuego
que parpadean en las vísceras.
 
Cuando se engalana el poeta con su mejor traje
le hace muecas al desorden, a la imparcialidad
aunque no sea esto más que revestirse
de la ancestral fauna, porque el arte en sí
es un ente cabizbajo donde no queda lugar
para el alimento ni para la desazón.
Si desea hallar algo de sí mismo, el que se busca
se debe buscar en la oscuridad del seno materno,
en los brazos de una madre que repudia a sus hijos,
por querer exprimirla, trocearla, venderla
al mejor postor en el mercado de los vistazos.
 
Después de su nostálgico regreso el vagabundo
de palabras enfrenta el aliento
con una depurada mañana de retazos nubosos,
las nubes de su paladar se caen como escamas
pasadas a cuchillo, no es un espacio tuberculoso,
es otro creyente de la ínfima solución desafortunada.
 
Es probable que la mayor equivocación provenga
del patrimonio asentado pariendo soles
de las más diversas tonalidades, enfrascado
en la pertinaz suspicacia de la razón a medias,
que asusta demasiado para hacerle frente.
Atrincherado me guardo de la muerte y de la vida
enjuagando la boca con orines no ya con vino,
más verosímil encuentro esta vulgar disposición
que los banquetes de los príncipes, pues vulgar
es querer atornillar el poema y desatornillarlo
a la medida de los instintos que encienden
el oleaje contra las rocas. No podremos ver
el resurgir de la poesía, nuevas fórmulas arcaicas
la han hecho sucumbir al recuerdo.
 
Una distancia de semilleros extingue toda cápsula
de movilidad, se contradice la humedad del suelo
y los fertilizantes son capuchones de ombligo.
La raza del crepúsculo habrá de aguardar
una nueva era donde la solución caiga en manos
del razonamiento discriminatorio, si llega,
como en un trance de hipnótica regresión
al poema verdadero, al poema trenzado
con hilos de venas, consecuentes con la sangre
de los ciervos.
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