Plegaria
Muéstrame cosas excepcionales porque ya sé que tengo un solo
ojo con el que medir. Acude a mí y hazme brasero y cárgame
con todas las penitencias de los pecados capitales. Que yo
soy nieve fresca en los tejados y un gato negro que canta
alucinado a la luna.(). Habituado a lo febril me asomo de
cuando en cuando a la luz, y veo en su centelleante latido
partido mi único ojo, que absorto en la relatividad de cada
certeza de la que se adueña, me acerca el aliento de lo
probable, el candor de la mágica incertidumbre de los
motivos en los que busco lo esencial. Siendo pues, así el
desdeñador de la soberbia que construye las verdades
absolutas.(). Poseo la mirada del que se tuerce y mira a
medias, la mirada del que ha encontrado.(). Es fácil,
solo tengo un ojo, y una suerte, y dos nombres, y una
idea.(). He conseguido ponerle fin a la lucha de
contrarios que enajenaba mi condición. Ese tira y afloja
se esfumó como un viento pasajero, dejando en el suelo un
rastro de hojas revueltas que ya alguien se encargará de
recoger, y de guardar por si acaso me vuelven a hacer
falta, que no es, una ventaja, rechazar.(). Muéstrame
cosas excepcionales porque ya sé que tengo un solo ojo con
el que medir. Ya la sorpresa ha dejado de ser para mí un
camino de sombras celestes, donde se refugiaban los
presagios que habían de marcarme a fuego su codicia,
y donde las acciones injustificadas levantaban su templo
magno.(). Gracias que he podido apartarme de ella y de su
metal bruñido, no creo que pueda volver a traspasar mi
armadura oxidada, ni tiznar, con su vara quemada el
penacho de plumas blancas que me dulcifica el rostro. No,
no lo creo, esta vez no podrá volver a confundirme porque
soy yo quien tiene la fuerza de la última palabra.().
Muéstrame cosas excepcionales.(). Muéstramelas que
ahora que me he conocido, este mundo de los hombres se
me antoja demasiado pequeño.
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