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Presente

Una imágen de dios siempre está
implícita, sea el trinitario o el
personal, sea para afirmar o negar,
no podemos subsistir sin esta imagen
que nos oprime, sea esto pues que
el hombre nunca podrá escapar
de la tela de araña que hurde
con su propio autoengaño, aún
en la más absoluta ignorancia de
lo divino, este se equipara con
el relativismo de cualquier aceptación
de lo que llamamos verdad y que
no es, sin caer en trampas búdicas,
más que otra y variada ilusión subjetiva
de su entendimiento programado.
 
Así deberá el poeta existir, en la
limitación de su universo, aceptando
su no libertad, que jamás será libre
mientras flote en la historia la propia
historia humana. Superar esta historia
no es convertirse en un animal o volver
al origen aunque donde se gestó el fuego
está la auténtica poesía, es más un
revanchismo con nuestro propio ideario,
alejar el conocimiento superfluo,
la cizaña que sembró el primer idealista
atando la realidad en imaginaciones varias.
 
Cuando te confiesas no-dios crees que te has
librado del peso, no, tendrías que confesarte
sordo, mudo y ciego, el tacto, ver
con las manos, hablar con las manos, oir con
las manos sin molestar, el residuo
individual que crea nuestro dios interior
ha de ser sofocado con el apetito de
una unión con la destreza de evadirnos,
no a un papel donde jugamos a ser
maestros, a ese otro lugar de encuentro
con el presente, todo lo que no sea
presente puede recibir el nombre de dios,
debe recibirlo.
Preferido o celebrado por...
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