AYER
AYER
A mis padres y mis abuelos
Fragancia de nostalgia, hay en tu nombre,
que es el nombre de las cosas idas
que nos prestan caminos al origen.
Constancia de vida y esperanzas
que mostraron las rutas al presente.
¡De allá vengo!
De jardines desolados por la muerte,
de praderas agostadas del olvido,
de ríos que ocultaron sus corrientes
en secos arenales.
De una casa de pisos de ladrillos
y paredes de amor trocado en barro,
donde la sombra del alar cambiaba
el agua llovida de los cielos
en linfas de afecto en las tinajas.
Entonces las voces del abuelo
enseñaba la oración de la mañana
agradeciendo el pan de cada día,
y la tolerancia entre los hermanos.
De allá vengo. Del amor, inmenso, de una madre
y la rigidez del padre,
de la risa contagiosa del entorno
festejando chiquilladas.
El padre recita versos, presidiendo la mesa,
para ocultar la pobreza franciscana.
Comíamos a cubiertos y a manteles
las escasas viandas;
y el padre recitaba versos
sin poder disimular sus penas:
Cuando sean grandes deben triunfar
como triunfaron sus ancestros.
De allá vengo,
de viejas y frustradas enseñanzas,
que un padre riguroso y soñador nos predicaba.
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