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ORACIÓN DESCOMEDIDA

ORACIÓN DESCOMEDIDA
 
No me castigues, Señor, porque la quiera,
yo sé muy bien
que con tu ley sagrada me prohibiste
amar a la mujer ajena,
mas ella me ha jurado, te lo juro,
que no tiene compromiso con ninguno.
Déjame, Señor, yo te lo ruego
que me mire en sus ojos taciturnos,
para descubrir en nuevas alboradas,
y al galope desbocado
de indómitos corceles
las delicias de sus madrugadas.
Yo la quiero, Señor,
como quiere la fiera a su pareja,
que no siente el maltrato de la espina
cuando la persigue entre los eriales.
Déjame asfixiarme con su olor fragante
que brota a borbollones de su cuerpo,
como el agua en los termales.
Déjame, Señor, yo te lo ruego
perderme en los atajos de sus besos,
como niño glotón
que dulce a dulce
lo van llevando hasta el secuestro.
No me castigues, Señor,
y al regresar de esa aventura
déjame encontrar mi paraíso,
este paraíso que abandono
por la incontinencia de amor que me produce
el olor fragante de mi fiera.

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