Carilda Oliver Labra

Pero en polvo se deshace

Hombre que has ido a beber
quizás el té en otra parte
o doblado hacia el otoño
eres ya punto intocable;
hombre que fue aquella época
de temblores en mi sangre
y ya a la noche es el viento
que está moviendo los cables.
Hombre que sembró en la arena
y cantaba como un sauce:
¿a dónde fueron tus manos
primitivas y fatales?,
¿con quién te encontraste ahora
que te mudó a lo insondable?.
¿cuál es la nueva labor
que tienes con animales?
¿estás cuidando una luz
para que así no me hables?
 
Hombre que amó la madera
y se ha marchado de viaje:
¿cómo si soy algo tuyo
contigo no me llevaste?
(Cuando me canso de ausencia
limpio o pulo tus puñales).
De veras que estoy pensando
ir hacia nunca y buscarte.
Llegaré, ya terca novia,
desnuda y con azahares.
 
Hombre que tuve en rehenes
y era el otro inolvidable,
perdóname si te digo
tantas cosas delirantes.
Bien sé que estás bajo tierra
como mi propio cadáver
—y maldigo la cordura
de esta razón que lo sabe–
bien sé que no he de tenerte,
aquí en los días de antes,
que has volado como un soplo
de ceniza con tu arte,
que no regresas a verme
ni en un fantasma inefable,
que estás sordo, ciego, mudo,
y que no puedo encontrarte;
hombre que tuve en los brazos
pero en polvo se deshace
como si nunca en la vida
hubiera sido de carne.
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