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JUEGO DE LA PIEDRA ESCRITURA

 
La casa de la poesía florece bajo el río.
La casa de la poesía es lámpara de agua de los inviernos
en las mañanas de la siembra,
y en la noche es serpiente canoa que deja estrellas
en los caminos del cielo,
serpiente río que teje su nido en el cerebro
y une las dos mitades del cerebro.
 
La casa de la poesía bajo las piedras del río
guarda una piedra escrita,
la olvidaron los viajeros del árbol caído y la canoa celeste
y la casa de la poesía la atesora para leer y escribir en ella
lo que ven los pájaros pero palpita invisible para la prosa del mundo.
 
La casa de la poesía imita y descifra esa música y su escritura,
y con sus manos de alfarería la protege
del volcán de clavos y de venas rotas,
del ruido intolerable del martillo en la mano y la cruz de madera,
de las espinas y de las lanzas del costado
que incendiaron con sangre los palimpsestos
y los pneumas de la tablatura.
 
En la casa de la poesía hay un jardín de niños y niñas
que juegan una ronda de estrellas enanas y de estrellas fugaces
y dibujan sus caminos con piedrecitas del río
sobre el fondo del agua,
una ronda que suena con voces blancas y con voces de pájaro
                                                                                     del gran órgano
                                        messiénico.
 
En la casa de la poesía hay una danta que reposa en la escritura
                                                                                                  de la tortuga.
Hay un mico que aúlla con voz de sonajero de selva
y anuncia con elegancia palaciega a los viajeros que llegan.
Y hay un gato que juega con los hilos del alma.
 
Hay también una ciudad con barcos que arriban
                                                                                   de los ríos profundos,
una ciudad con faroles incandescentes y cables de luz
                                                                                              en las esquinas,
y otros niños y otras niñas que juegan la rayuela primordial
sobre las puertas de la piedra escrita por los viajeros de la canoa
y los pájaros del poeta.
 
El fuego no toca la piedra escritura y el oleaje del sol le da apenas
                                                                                        una tierna tibieza.
Sólo las lámparas de agua le dibujan sombras y luces
que escapan como salamandras de fuego de sus letras.
 
El agua sí la toca, y la tocan los niños y las niñas
que cantan bajo el agua y juegan sobre la puerta.
 
Y las lágrimas y los pájaros de tinta que duermen en tus párpados
y en el boscaje de tus pupilas y se despiertan para tocar la piedra
cuando trazas el lienzo de tus sueños sobre ella.

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