POESÍA JAPONESA
Flor que cautiva aromando el jardín, un jazmín níveo. La cerca blanca está envuelta en mil rosas,
A cuerpo abierto resplandecía, la espuma del mar la lamía. En el ocaso esplendoroso sus ojos se ensombrecían
Adrenalina pura me sube por todo el cuerpo con este riesgo de hacer el amor en cualquier lugar que pillamos.
Quizás sea que en tu limpia mirada y en ancestrales cantos se halle oculta, la salud de mi alma.
En la arena, lamiéndonos el mar la piel, sentí tus ganas revolcándose en mi cuerpo. Mis piernas te envolvían
Por la noche hablo al oscuro, iluminado por las estrellas, brillantes como cristales; donde la luz se refleja,
Entre mis piernas cae la lluvia calándome siento mi sangre palpitar, gotas de agua resbalan por mi boca.
No sé si eran tus ojos, no sé si tu boca, que era para besar y quedarse pegada a ella, eras todo tú,
El tren me trae, la soledad dorada, hilando mí alma. Aquel otoño bordé en aquel pañuelo,
La vida que se transforma, se deforma entre calles empedradas con el dolor ajeno. Noches que se estrujan hasta la madrugada,
No levanto cabeza, todo es tristeza, veo delante de mí un camino negro, donde mis pasos me llevan
Me susurraste mil palabras al oído… leyendas urbanas que nunca creí, tú crees que me tienes en tu mano y no ves que nunca fue así. Se dice por ahí que vas presumiend…
Vete tú corazón, no hay nada más d… que tu ida. El río Guadalquivir se ensombrece… al mirar el barco que te lleva. Vete tú, que yo no puedo;
Hay miradas insondables, caes en ellas y ya no puedes salir… Ahí me quedé en tus pupilas, llena de deseo y lascivia. Me sube una fiebre perversa,
Entre los suspiros de sus ojos y los míos, se quedó latiendo un corazón entre la mar y el cielo. Palpitar loco