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Sol sangriento

Cinco años atrás nuestras  pupilas yacían instaladas en el horizonte mientras el sol fenecía sangriento lentamente con nuestra voluntad adjunta.
 
Ahí te fuiste hermana, llena de desidia; incompleta, sin artículos ni adjetivos.
 
 
                    “Te vas con tu sol a medio anochecer sin Dios que nos ampare, ni con  solución en la vista”, te dije.
 
 
“La tierra me le ha llorado lágrimas de hierro a mi avaricia”, replicaste.
 
 
Culpa al profundo hoyo de la codicia extrema que no salva vidas, que prefiere quitarlas. Peor... las deja ir.
 
La voluntad ha sido férrea y Dios ha sido cobarde, comprendí.
                          Hermana, el sol aún sigue muriendo ensangrentado, ¿qué le digo a mamá?

(2013)




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