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III: Colores que confunden las apariencias

“A despertado mi pequeño Valiente, poniendo su mano en la barriga... de pronto grita:

—Hay pescado.

“Mis sentimientos pensaban que era loca la situación precoz que se estaba presentado en él, pero sólo es así cuando olvidas lo que es inmemorable a la luz de la mentira. Éstas se componen con una pizca de rencor, exageración, lenguas que las hallarás en todos lados, puesto que la mentira es el factor que más benéficamente existe en el ser humano.

“Ella era azul y a veces verde... él tenía daltonismo.
“Cuando se mezclaban estos dos colores él no distinguía quién era quién y cuál era cuál. Se perdía en el espacio como si tuviera el «Síndrome de Ménière», hablaba solo, como si fuera un loco, y decía: «Deus, ad me caecus».

“Nunca entendí su significado, pero parecía tedioso buscar una enciclopedia húmeda entre tanta tierra, me parecía verle llorar cuando sus ojos comenzaban a desfallecer.

“Su espíritu necesitaba más aliento cuando empezaba a no ver en realidad.

“Cuando se encerraba en su habitación, se reflejaba el dolor de su dorso a la intemperie, que a su vez era un ayuno en llamas que día tras semana se convertiría en su rutina.

“Era comienzo para un nuevo vidente ciego que no estaba seguro de qué es la realidad.

“El ciego no es en realidad el que no ve, sino el que ignora las disponibilidades de este mundo atroz...”.

Esta prosa pertenece al libro: Poesías de unos lentes náufragos.

#Cerda #EmilIii

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