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Desde el tenaz silencio

Siento crecer junto a mi tiempo
el tiempo estricto de los otros,
como un manto sin augurios,
que cae sobre mis hombros.
 
Quienes ganaron ya la sed del polvo
están viviendo en mí.
Sus rostros esparcidos
miran desde mi rostro,
como bestias oscuras que recuerdan
el sitio de morir.
 
Con estos rotos signos
vengo desde el tenaz silencio,
como un extraño más que deja
sus palabras
en un papel sin firma
cuando el alba
es una mancha pálida
en los ojos del último paseante,
con la certeza del poema
que no sabré escribir.

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