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Ars poetica

En el jardín,
las flores no compiten unas con otras.  
El jardinero no se anda organizando  
concursos de belleza.
La rosa no luce una vitrina plagada de trofeos.
ni cuelga, en alguna de sus espinas,  
la medalla del primer lugar,
el privilegio de sentarse a la diestra del infinito.
La gardenia no lanza bravatas de perfume,  
parada de puntas en su megalomanía,
contra las violetas y sus pobres vestidos de percal.  
La magnolia no vive en un superlativo.
Ni su perfume es un incienso
por fin canonizado.
Los azahares no pretenden
lanzar el do de pecho de un aroma
sintonizado en lo perfecto.
En el jardín,
no hay una sola flor monárquica:
ninguna tiene el atrevimiento, la soberbia  
de pensarse «la belleza soy yo»,
«soy una coartada para entrever el paraíso»,  
«soy un poco de Dios que ha germinado».  
En el jardín nadie pretende
hacer juegos florales,
ni jugar a las vencidas con sus pétalos  
o sus perfumes.
Nadie carga en hombros al narciso.
No se le pagan horas extras al hueledenoche.  65
No se le levanta un brazo al heliotropo.
No se le da un diploma de perfección  
a la azucena virgen
y su congregación de hostias.
No hay una mafia de mastuerzos, magnolias y petunias  
para encumbrarse sobre las margaritas
y los girasoles.
En el jardín
cada flor tiene su espacio, su terreno,  
su pedazo de estética.
La fresca calidad que la hace única.  
La maceta es un nido donde aprenden  
a dejar de volar todas las aves
y a soltar sus gorjeos de perfume inédito.
No hay en el jardín
un par de musculaturas que midan sus fuerzas.
No hay, como en el estadio, dos luchadores que  
busquen,
como par de estrellas esgrimiendo rayos,  
y en la enredadera de su lucha libre,
la flor cuantitativa de su triunfo.
Seguro de ganar, el discóbolo graba el tarareo
de su cantar victoria en cada disco.  
Sueños hay de victoria
que, débiles, se pierden
en cualquier vericueto de la anemia,  
mientras que otros se forman
con un cerrar más fuerte de los párpados.  
La lucha, la competencia,
el «a ver quien llega primero al crepúsculo»
o el «corramos de tal modo
que no pueda esfumarse un espejismo»  
son, en el estadio,
la ley, la lógica, la vida,
el mundo de los rápidos, los fuertes, los hábiles,
los que quieren aventajar al otro,
ganarle por un sueño,
y sentir que su yo, su pobrecito,  
se transforma en un héroe: 66
salta desde la mosca hasta la araña,  
desde el miedo hasta el ogro,
desde el tiempo arrodillado en el espacio  
hasta el Señor que dice
las leyes naturales.
El arte es un jardín.
No un ámbito de lucha de todos contra todos  
donde la flor es loba de la flor.
En él no hay vencedores ni vencidos.
Por lo que más se quiera, no se siga
pensando en un hipódromo de ráfagas  
cuando hablamos del arte.
Cada creación
emprende, allá en su tiesto o su parcela,
su manera muy propia, incomparable,
de andar por este mundo,
de repartir belleza a domicilio,
a nostalgia de luz,  
a niña de ojos.

(2008)

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