El diluvio se inició hacia la madrugada.
Los primeros indicios de la aurora nacieron
anegados.
El agua tuvo la pretensión de sustituir a la
atmósfera.
En las fosas nasales empezaron a germinar florecillas
silvestres.
Entre el palo mayor y el ancla,
el viejo dio los últimos retoques a su temeridad.
Y con su voz de bajo bíblico
conminó a todos los seres a penetrar en parejas a su
arca.
Entraron el día y la noche.
La izquierda y la derecha.
El arriba y el abajo.
Tú y yo.
Él y ella.
Nosotros y ustedes.
Ellos y ellas.
Nuestro hombre
logró salvar del diluvio la dialéctica.