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Epílogo

En el archivo de las sienes
reuní las pruebas
y los testimonios irrefutables:
hice, de estados de ánimo, un jurado,
inicié el juicio,
coloqué mis hemisferios cerebrales
en los platillos de la balanza,
y dicté
contra quien se empequeñecía en el banquillo de los sospechosos
la sentencia a muerte.
              Era el mundo.
El mundo de los nombres y pronombres.  
El mapamundi del asco.
Los cinco continentes del apocalipsis.  
La caja de Pandora
de la liberación de una energía
putrefacta.
                Mi sentencia fue a muerte.  
Y el mundo fue ejecutado
ayer en el crepúsculo.
               Por eso, queridos lectores,  
ustedes y yo,
hemos perdido tierra,
sentimos los bolsillos retacados de nubes,  
y gravitamos en medio
de la atmósfera espectral
de la poesía.

(2008)

#EscritoresMexicanos El De coco me pertenece un viento

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