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Envejecinientos

Las pertenencias de los ancianos  
envejecen
ay
con ellos.
El látigo del domador
ya no sabe rugir más fuertemente
que los leones.
La pluma del poeta
es ahora ganada por el pavor escénico
ante la hoja en blanco.
El avión del piloto
         como si le hubieran cortado las alas  
picotea aquí y allá su semejanza
con un descomunal y grotesco
gallo metálico.
El cayado del viajero  
extravía
en no sé qué recodo de su travesía
la brújula de palo
de su sentido de orientación.
La aguja de la costurera
padece quién sabe qué trastornos oculares  
que le secuestran
aquellas miradas de hilo
que fotografían las más invisibles  
roturas de la ropa.
El barco tiburonero
—hoy medroso hasta de las pirañas—
prefiere dormitar en la arena  
—soñando en sus años mozos—
a meter de nuevo
las narices de su proa
en el salado riesgo de la pesca.
Todas las pertenencias de los viejos  
envejecen
se hacen de una joroba
bajo el peso de tantísimos cumpleaños.  102
Todas escuchan.
Todas saben de qué se trata.  
No hay una que no entienda  
el idioma universal
         el esperanto de la fatiga  
de la decadencia
         o de lo efímero
con el que hablan perfecta
          corridamente
         y sin acento
los relojes.

(2008)

#EscritoresMexicanos El De me pertenece poco tiempo un

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