Tú, sombra con despacho y con corbata,
que asciendes al más lerdo por escudo,
y ocultas tu temor con gesto mudo
como rata que teme la bravata.
Ni una palabra buena, ni una ingrata;
tu boca es un despacho sin saludo,
y el alma, un sótano sin luz, sin nudo,
donde el honor se ahoga y se desata.
No piensas en la empresa, no en la gente:
te basta con reinar sobre el pantano
de mediocres que aplauden por migajas.
Eres rey de los torpes, indecente,
y en la corte de esclavos sin desgano,
brilla tu nada como el oro en las cajas.