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Esa estrella era mi lujo

La emperatriz

Fue un lunes de invierno y el último lucero alumbraba la lujuriosa garúa.
La noche menguada incubaba un altivo crepúsculo y el río que parecía desesperado charlaba con los peñascos de la orilla. Yo, únicamente yo, sentado sobre la hierba podía escuchar en los estrechos márgenes el chapoteo de la emperatriz.
Con su delantal de lino recogía las brecinas y yo la observaba calmo desde el sempiterno horizonte.
Su cantata de piernas melodiosas sandungueában al compás de su agudo silbido y la solemne brisa me trajo un prolijo consuelo de sonidos tan sedantes como si fuesen olas del océano.
Ante ella yo sólo tenía una ventaja, como todos los mortales, y era que respirábamos el mismo aire flagrante.
La emperatriz con su sonrisa, podría desbaratar cualquier intento de seducción si te lo merecías, por lo que dejé caer mi espalda, me arrellané sobre mi lecho de tréboles y tenté a imaginar idílicas formas en las nubes.
...un espejo mágico, un mapa perdido, un libro prohibido... incluso...
“Waaaaaauuuu-la cara de la emperatriz... sus ojos de oasis, sus labios de mermelada, su pelo de algodón de caoba, su sonrisa radiante, e incluso podía ensoñar su temperamento juguetón.
La ví sin querer,¡pero tenía unas ganas de verla!
Haberla visto que bien se veía.
El gris del alba había empezado a colorearse de rosa, las nubes se esfumaron como el humo de un buen habano y en el despejado cielo emergió el rostro de la emperatriz. El real rostro de la emperatriz, pero esta vez, su bella, chispeante y colorida piel de papiro frente a mis pálidos ojos.
La palma de sus tibias manos estaban apoyadas al costado de mis temblorosos hombros, y su cara se me acercaba infinitamente mientras mi pecho era un abrasador fuego griego.
Sus pecas igualaban la disposición de los astros en el cielo y yo las veía cada vez más brillantes.
Dejó su mano izquierda apoyada en la tierra y con la derecha apretó la comisura de mis labios, mordió con su boca de pez mis labios mariposa.
Mis mejillas se encendieron cual roseta de arrebol, las brezas flotaban en el aire pintando de violeta la claridad solar, y una nueva sensación invadió mi escalofrió, un frescor mentolado me recorría desde el ombligo hasta la punta del alma.
Ella no transpiraba, más bien rezumaba gotas de rocío matinal, y entre la humedad de la atmósfera y el sudor de mi nuca se entremezclaron en un mutuo acuerdo.
La chispa de su sonrisa encendió la hoguera de mi líbido y en la simetría del reposo de sus ojos cristalítos podía ver el hondonal de mi placer casi perverso.
Mi corazón era una batucada.
Mis ojos, unas bengalas.
Y mi cielo de anís estrellado.

En un pestañeo se levantó, se puso de puntitas de pie, estiró sus brazos al Sol, y se fue..., se fue.
Me dejó ablucído en la hierba y con su cadencioso brío se fue...¡Se fue!, con su esbelto cuerpo lustroso impregnando polvo de diamantes en el frío brezal.
—¿Era todo?—me pregunté.
—Soy un iluso—susurré bajito.

No nos dimos nada más, solo un buen gesto.

"Era todo pregunte,soy un iluso" (frase de Patricio Rey y sus redonditos de ricota)

#anís #batucada #brezal #comisura #emperatriz

Piaciuto o affrontato da...
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