Un ejercito (des)articulado
Pavel abrió la cajita de madera antes de que el sargento viniese, supo que si lo encontraban con el artefacto rosa y blanco, lleno de estrellitas y corazones en mano iba sufrir horribles reprimendas, no solo porque las órdenes de la dirección superior eran claras, o porque estaba escrito en las normas del cuartel, más bien, porque era obvio que lo iban a castigar.
Confesó que tenía interés en las mujeres, pero ese interés era similar a la de sus compañeros y mantuvo guardar la mayor discreción posible.
La dirección superior escuchó los rumores de los intereses de Pavel junto a sus compañeros de cuarto.El sargento al enterarse golpeó la mesa y se dirigió a la cabaña e ignoró a las órdenes disciplinarias de la milicia, el grito de su superior o los balbuceos de sus cadetes.
Camino paso largo a la habitación recordando sus años jóvenes antes de abrirle un sumario y darle una sangrienta golpiza. El sargento sabía que interés de Pavel no eran las mujeres, a el también le interesaban, pero lo que Pavel escondía es que él mismo quería ser un mujer.Nadie desde hacía cuatro años puso siquiera sospecharlo. Pero un secreto no se puede esconder tanto tiempo.Estos también están vivos y poseen ansias de libertad.
Al entrar a la habitación el sargento lo percató, cómo era de suponer, con las manos en su cajita musical, una bailarina vestida de rosa levantando ambos brazos en forma oval sobre su cabeza y girando torpemente en una rotación completa.
El sargento se acercó lentamente pero firme, tiró su sombrero al suelo y levantó a Pavel de los hombros, le chupo la boca con su grandes labios oscuros, mordió su labio superior e incluso le pasó la lengua entre las encías.Luego dejó caer a Pavel, que no solo por el temor inicial no sentía firme las piernas, sino más bien, por el placentero calor que le inyectó en sus músculos, y se derrumbó desarticulado al suelo.El sargento levantó su sombrero y se alejó.
