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Soledad

"le pido que no entable acusación contra los enamorados de la soledad y del misterio"
C. Baudelaire

Dormí bajo las suficientes lunas negras como para lograr entender los susurros que de a poco me fueron calando.  “Los dioses malignos nos dieron conciencia y avidez por saber, más diseñaron rutas intrincadas para que nuestras almas, siempre errantes, circulasen insistentemente alrededor de una inmensa laguna de soledad”. A esta laguna la he visto y es bella, silencio reinante, noche sin estrellas, árboles rodeando, sin pájaros, ni insectos, ni flores, quietud asombrosa. Más yo solo sé que de allí me quiero alejar.

Esas aguas que he visto me han dicho que cuando mis lágrimas brotan, flotan etéreas hasta a la laguna llegar. Allí caen sin sonido y sin dejar huella, que de su fluido es precisa la densidad. Su alquimia maldita absorbe y destila las más variadas esencias, para vapores con inmenso poder generar. Vapores que se trasladan y llegan al que los inhala haciendo surgir sed. Sed de alcanzar otras almas, de tocar la piel de alguien más, de mirar sus ojos, provocar sus risas, sed de escuchar palabras que despierten estrellas ideas nuevas que logren destellar.

Pero ese vapor, con el tiempo, se degrada, haciendo a la esencia humana agria y artera, llevando al alma errante a empujar fuera lo que antes quería hacia si atraer, a buscar siempre nuevos lugares y nuevas compañías con las que estar. Y el “no te quiero lo suficiente, me aburres, esto no es lo bastante ardiente” se escapa por los poros de los habitantes inteligentes, brutos de conciencia y avidez.  Los mismos que buscan y buscan porque eso les da placer. Los mismos condenados a arrastrar sus sueños y anhelos de pozo en pozo porque nada les puede satisfacer. Los mismos que recorren con los ojos sellados las rutas del llorar.

Mis ojos, pozos profundos vacíos sin rumbo, anhelan amar. De a una acepto mi esencia amarga, mis lágrimas claras y mi necesidad de inhalar y me conformo con a ratos alcanzar la calma de poder conectar, un poco, al menos un poco, con otra de las almas errantes condenadas a recorrer la orilla de la laguna. Y suspiro, esperando otro momento de olvido de la condena que lo divino nos impuso al todo comenzar. Esperaré frente a la mangata. Esperaré lo que haya que esperar. Trabajaré mi esencia con sabias hierbas, aprenderé a vivir y a perdonar. Pero no olvido el destino de las lágrimas silentes que saben brotar. La lucha que finaliza y comienza en eterno retorno seguirá en el ciclo de las lágrimas y los vapores que nos inundan al respirar.

Laguna, me acercaré a contemplarte. Acepto que a ratos necesito mirarte, eso calma mi sed y mis ansias. Me sumergiré en ti y te llenaré de mí. Aprenderé a amarte y a dejar que me recorras. Dejaré que me toques como nadie lo ha hecho. Seremos amantes. Todas las voces a mi alrededor no callarán la tuya, ni las más dulces, ni las más duras. Embebida en tus susurros alcanzaré la fusión anhelada, aunque sea por instantes, a eso estaré condenada. Me haré eterna en tu abrazo. Te espero en las noches de invierno.

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