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Oda al progenitor

Celebrando el aniversario de la vida física

A aquel que me dio la vida. Ese personaje que en algún momento me mostró la belleza de la naturaleza, cuya misión era de impregnarme de esa melodía que cantaban los animales y las plantas caminando a nuestro alrededor. Recuerdos que llegan a la pantalla del que está soñando presentemente, viendo como aquel, el creador, se mueve por el barro, a pie o a caballo; entre flores y vacas; entre el aquí y el allá. Podría decir que él me enseñó a nunca estar quieto.

El pasar de los años de esta humilde energía, estuvieron sumergidos en el conflicto eterno de la búsqueda de algún tipo de vida, quizás una libre, en contravía de lo tradicional. Hoy, no obstante, al levantar el velo de lo pasado y ver el recuerdo de ese contacto natural que el que me dio la vida me mostró, el corazón se llena de un infinito agradecimiento. Pues de la naturaleza nací y de la naturaleza soy.

Es así, entonces, como la paz llega a tocar la puerta, reconociendo lo que alguna vez fue una educación natural a través de viajes entre montañas, en climas cálidos y fríos; a caballo o en un campero Suzuki gris. Sumergidos en conversaciones donde ese gran creador intentaba enseñar el sentido de algún tipo de sabiduría, quizás sobre la responsabilidad de la vida misma, ¿algo más se puede exigir?

En estas simples letras, reconozco esa pequeña, pero universal parte de la existencia, la cual no pudo ser posible, sino fuera por la creación de ese artista progenitor. Desde la lejanía, el recuerdo de lo que fue verdad, reanima a la energía de volver a sentir eso que alguna vez fue inculcado. Es por ello, creador de la vida, que acá asumo mi más profundo respeto hacia ti, dejando de lado lo que alguna vez tuvo color negro y que ahora, todo viste de color naturaleza.

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