La incertidumbre domina al hombre y a la mujer.
Cualquier demostración de certeza no es más que un vago intento de formar parte de lo que no se sabe, ni nunca se sabrá.
El inverso de tus pies no es tu cabeza, es la nada.

Todo orden es producto de un desmedro naturalmente formado, encajonado, limitado.
Vivimos encerrados en cajas, encerradas en hangares, puestos sobre tierra fértil que alguien alguna vez procuro nombrar.

Saber a donde vamos es imposible.  No saber de donde venimos, impensable.
El que calla no otorga, solo le da la importancia y su debido respeto al silencio.
La incertidumbre es la madre de la fluidez.
No hay brillo atrás de la luna, no hay sombras en el sol.

Somos los hijos del viento, el polvo del cosmos, el todo en la nada, el calor en el fuego, la tierra bajo el agua, y el agua en la tierra.

¿Quien osa a entrar en la cueva del ser, sin miedo a morir en el intento?
¿Quien cree poder renacer de entre la oscuridad?

Oh incertidumbre, dame fuerzas para amarte, pero no me asegures que me las darás.
Dejame solo, tengo preguntas acumulando telas de araña, hechas por arañas que hace tiempo se fueron a otras cuevas.

Mi figura, no figura en tu visión, traspasa la vista como un haz de un rayo de luz atravez de un vidrio fundido al pie de un dios volcánico, norte sur este oeste, todo es igual. Todo da el mismo resultado. Vos, yo y la incertidumbre del que pasará cuando ella ya no esté y todo sea uno.