Portrait of a smiling girl, by Amedeo Modigliani
Humberto Santos

Hija del silencio

A Sandra Solís

Mi nombre es Sandra Solís
y vengo a cantar mi historia:
Nací en Concepción un día
sin familia ni memorias.
 
En el hogar de menores
“Buen Pastor”, allí crecí;
entre tanta soledad
mi infancia fue infeliz.
 
La asistente social dijo:
“¿Quieres una nueva vida?”
Y yo respondí que sí,
esperanza renacida.
 
La superiora me habló
con acento y voz severa:
“Elige otro país,
será tu nueva bandera”.
 
Italia, Francia y Rusia
me dio como alternativas.
Yo le respondí que Italia
y mi historia quedó escrita.
 
Dibujaron, como en sueños,
mi futuro cual novela;
una familia tendría,
yo me puse tan contenta.
 
Una italiana llamó,
no entendí ni una palabra.
La monja me aconsejó:
“Di que sí, no pienses nada.”
 
A mi padre verdadero
lo conocí en esos días;
él vendió mi libertad
para darme una familia.
 
Mis “padres” los italianos
no me cayeron muy bien,
pero no había vuelta atrás.
Ya no había nada que hacer.
 
Llegamos a un hotel triste,
los retos por cualquier cosa:
que no viera tanta tele,
que no me quedara sola.
 
Mi primer vuelo en avión
desperté en un gris Santiago;
y me quedé en un hotel
con seis niños adoptados.
 
En la embajada italiana
un anciano estaba a cargo,
entre papeles y maletas,
yo miraba con espanto.
 
“Son tus padres ahora”, dijo,
“al hogar no volverás,
acepta lo que te toca,
tienes suerte de viajar.”
 
Me cayeron unas lágrimas,
al oír esas palabras;
sin poder hallar consuelo,
ya mi suerte estaba echada.
 
Cuando cumplí diecisiete
mi hermano vino al hotel,
pero el viaje estaba listo;
nunca más lo volví a ver.
 
En el vuelo me enseñaron
una historia que contar:
que iríamos a ver al Papa
y que a Roma iba a estudiar.
 
Llegué a la ciudad de Rieti
a una casa vieja y sucia.
No tenía pieza ni cama;
me quedé por horas muda.
 
Dormía en un sillón,
no probaba la comida,
inviernos muerta de frío
las lágrimas me caían.
 
Del infierno me escapaba,
iba a ver a unos vecinos,
me hablaban en español
y me daban su cariño.
 
La iglesia fue mi refugio,
guitarra en mano, cantaba;
todos sabían de mi pena,
pero nadie hizo nada.
 
Mis padres guardaron todo:
mis papeles y mis fotos;
sin pruebas ante la ley,
me quedé en silencio roto.
 
De la casa era empleada,
me vestían como vieja
y hasta me hicieron contrato
para tener todo en regla.
 
Pasaron así los años
y los comencé a querer;
sin conocer otra vida
me resigné a su poder.
 
Un día me corté las venas,
mi padre agarró el cuchillo;
y llamó a la policía
que no quiso oír mis motivos.
 
A esa altura era un borracho
y su alma estaba perdida;
entre el vino y la rabia
se le pasaba la vida.
 
Muchas cosas más pasaron,
sería largo de contar,
pero al morir mi madre,
supe toda la verdad.
 
Cuando puse la denuncia
me contemplaron con pena
pero ha pasado el tiempo
y aún espero la respuesta.
 
Pero ahora canto feliz
con mi amor, mi compañero.
Hoy soy una mujer libre,
una hija del silencio.

https://www.meganoticias.cl/nacional/321209-sandra-solis-adopciones-ilegales-hogar-buen-pastor-mgx17.html

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