Callado
Parte de la obra "MAOA-L, Poesía de los desafines de un corazón criminal"
El temblor de los músculos estaba triturando al pequeño,
haciéndole rechinidos sobre los dientecillos, con miedo,
mientras la rosa postrada en su mano se clavaba un poco,
haciendo añicos a las voces que alguna vez le dijeron “Loco”.
Tenía la actitud de un temerario, el tono de un tirano,
demasiado precipitado para ser, apenas, un muchacho,
pero tenía que pedir el perdón pertinente al crimen realizado,
y no estaba en condiciones de ir al otro lado.
Llamó a la puerta, en un instante se queda congelado,
mirando cómo podía suceder lo que no había esperado.
Una joven señora, de cabello medio arreglado, dorado,
le regala una sonrisa de media cara, y queda esperando.
Él la reconoce al instante. A ella los labios se le secan con el aire.
Una lágrima se empieza a forma sobre los ojos inmóviles,
la expresión cambió sin darle paso al dolor,
y aparecen los lamentos inconsolables.
La rosa cae, y con ella toda buena intención,
sabe que lo lamenta, pero también que no bastara el perdón.
Podría decirle la verdad y todo podría quedar igual,
¿Pero es en realidad lo que merece la víctima de la maldad?
Fue una buena niña, a decir verdad no lo merecía,
así, él se puso hincado sobre su rodilla izquierda,
sabía la humillación que merecía, pero ya nada hacía,
entonces retomó su crimen y apuntó.
Piaciuto o affrontato da...
