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OUTIS

Pero la tierra a nuestra espalda no nos ha enterrado.
Alguien dijo
que irse es regresar a ese lugar
en que no había un lugar que no fuera ya nuestro.
Que abril removerá las hojas muertas
y atronará la paz como lluvia en las ventanas.
Y que una calma, una afilada calma,
nos arrebatará las últimas tempestades:
que volverá la paz
cuando volvamos.
 
Pero las mareas de la memoria sostienen
mejor que la esperanza la mañana.
 
Y ahora, que la ida es un destino consumado,
y el dónde ha sido un riesgo irrevocable,
que ya las manos y las ventanas se nos abren
como gritos,
y las copas se llenan,
y las liras se templan como sogas,
y se esconde en el cielo cada rayo,
y se oxida en la tez de una pared aquella espada
como un reguero de pasado y ruido para probar su sangre.
Su sangre polvorienta como escarcha,
que nunca se blandió
para esta guerra.
 
       Después de tanta estela hemos llegado.
Y la costa no fue nunca tan vasta,
tan mía y tan cercana,
como cuando la vi derramarse al horizonte;
abrir sus alas.
 
Y habrá que caminar entre la gente.
Vestirse el nombre que fui dejando en los senderos
para aliviar mis labios;
quemar las naves.
Porque ya no habrá mar.
Ni habrá una estela.
Ni un puerto que se meza entre sus labios.
Porque ya nadie teje
ni desteje
ni me espera.
 
Alguien dijo
que serán de laurel, de sal, de lluvia
las flores que trae el viento a los que han muerto
y nunca les pisó la blanda arena.
 
Que nada a salvo se fundó en el mar
salvo acaso el horizonte y el ocaso,
y esas cosas
que se parecen demasiado a un todavía.
Que acaso aún queda tanto—todavía.
 
Tantas auroras y memorias, tanto tiempo
y un triste olor a lluvia en los espejos.
La proa que se vuelve a la mañana y siempre vuelve.
 
       Los mismos astros ahora truncos,
los mismos horizontes en la orilla,
las mismas ruinas sobre el mismo llano.
Y la calma.
Y tanta paz y calma entre las manos.
Y todo eso que queda
—y todo lo que queda es demasiado.
 
Mi nombre sobre el mármol no es mi nombre.
La patria de mis huellas no es mi patria.
Me entierran las poltronas y los lechos,
la carne, el claro orbe y la vigilia.
 
Quise ser otro.
 
Pero hay algo que vuelve y que ha pasado.
Esta tierra que soy,
la tierra que me deja tras su espalda:
la tierra que dejé y no me ha enterrado.

De La voz sobre las aguas (Valparaíso, 2019)

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