Dulces cabezas, mundos variados desfilan a mis ojos mientras repican las campanas.
Hombres solitarios, mujeres acompañadas, jóvenes buscando la dirección adecuada.
Hábitos religiosos, caminando y deseando los manjares mundanos de tiendas y bares.
Se palpa la pobreza de aquellos que no tienen nada, y como árboles por donde quiera, las raíces de nuestro pueblo acomodadas en banquetas y con mano estirada.
Así es la tarde, los días y la vida de las céntricas calles de mi ciudad.
Luces queretanas, mosaicos de pluralidad sin equidad ni oportunidad.