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Requiescat in pace

I
Yo la vi resplandeciente
en las filas del sarao,
y la juzgué el vivo sueño
del poeta enamorado.
El melancólico brillo
de un lucero solitario,
y el místico sol del aura
en torno de un campanario,
eran la luz de sus ojos
y el acento de sus labios.
Como los ánaeles puros
iba vestida de blanco:
su mejilla fresca y roja
como la flor del granado.
Sus amigas le reían:
su madre en luengos abrazos
devoraba a puros besos
aquel su vivo retrato.
 
 
 
II
¡Pobre doncella! Dos soles
después del baile bizarro,
vagaba yo silencioso
en torno del camposanto
cuando el quejido del hierro
nueva tumba socavando,
me hizo entrar. El hombre oscuro
que cuida de sepultarnos,
ya friamente acostaba
en nuestro lecho de barro
una beldad. Clavé en ella
mi vista... Oh Dios justo y santo!
vi la rosada mejilla!
conocí el vestido blanco!
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