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Vagos paseos

Noche de amor y fortuna,
noche bella entre las bellas
aquella en que sin estrellas
brilla en su lleno la luna,
y en la celeste región
blancas las nubes se mecen,
que desde lejos parecen
sueltos copos de algodón.
Entonces dulce es dejar
la comenzada novela,
buscar la brisa que vuela
y por las calles vagar.
Mas vagar sin fin no debe
el que por gozar pasea:
ir sin misteriosa idea
como un hombre de la plebe
que con el fastidio esquivo
se da siempre un encontrón,
no debe ser la intención
del poeta discursivo:
¿faltaranle al trovador
una reflexión doliente,
blandos suspiros de ausente,
tiernas lágrimas de amor?
¿O la escena que algún día
leyó en un cuento florido,
que le lleven sumergido
en dulce melcmcolía?
Y ¡qué bello será ver
en alguna casa aislada
junto a la lumbre sentada
una angélica mujer,
que reflexiona de un modo
tan noble como elegante,
puesto un libro por delante
y sobre la mesa el codo!
Ver la luz que alegre brilla
esclareciendo de lado
el delicioso encarnado
de aquella fresca mejilla.
Ver aquel casto ademán
que expresa aunque con reposo
lo modesto y lo amoroso,
lo amoroso y lo galán.
Ver la confiada fe
conque siente lo que lee,
porque la hermosa no cree
que aquel que pasa la ve.
Ver aquel cuadro que arroba
con objetos hechiceros:
los dos sencillos floreros
en la mesa de caoba:
el espejo al clavo asido:
el mecedor barnizado
donde el faldero mimado
se hace una rosca dormido:
la puerta del comedor
que está anunciando al deseo
un patio con mucho aseo
y un jardín con mucha flor,
todo exhalando aleqría,
todo limpieza y frescura,
albergue de una hermosura
ignorada todavía...
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