I.
Te confieso que los días eran grises,
que me preguntaba ¿cuándo va a parar?
¿cómo es que el amor puede ser tan bello y tan indecoroso al mismo tiempo?
la respuesta era fácil, no es amor; Es apego, y del malo.
Te confieso que entendí que el valor que yo te daba nunca iba a ser el mismo que tú me dabas
que muchas veces por más que damos no recibimos y que, aunque duela hay que dejar ir.
II.
Te confieso que hoy los días son soleados,
me pregunto ¿cuánto tiempo va a durar?
¿cómo es que se puede estar triste y ahora ser tan feliz?
la respuesta es fácil, no era amor, era apego, y del que se aprende.
Te confieso que entendí –una vez más– que hay que dar sin esperar nada a cambio,
que muchas veces dando recibimos y no necesariamente amor, recibimos experiencias, recuerdos y un sin fin de emociones que no se van a ir.
III.
Te confieso, que me dolió. Sin embargo, hoy puedo decir que el amor vale la pena, que si bien no siempre ganemos –como fue el caso– hay lecciones y recuerdos que perduran.
Verte ya no es una calamidad, tu sonrisa ya no es mi debilidad, hablarte no me deteriora más.
Te confieso que, aunque dolió, te pude superar.