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GAZA LA CIUDAD SACRIFICADA

Las aguas quietas del mar grande, el mar de los filisteos
por donde han navegado los sueños de grandeza
de grandes reyes, unos ungidos y otros ceñidos su espada
plantaron la semilla de la discordia que germina sin cesar.

¡Oh Dios! Si tu grandeza es infinita porque no sacas
tus carros de fuego y hieres al enemigo que por siglos
ha buscado la confrontación y el derrame de sangre
de tus hijos y de los hijos de los que dicen ser tu pueblo.

La noche fría avanzaba buscando los rincones de los huesos
quería acurrucarse entre los nudillos de los dedos
esparcir su gélida sonrisa sobre los desencajados rostros
que no adivinaban el holocausto que como tsunami llegaría.
 
La algarabía no dejaba espacio para la presunción
los cuerpos blandían sus mejores galas y movimientos
era la fiesta del Yom Kippur, la fiesta sagrada
donde la diosa de la alegría desmayaba en los rostros de todos.
 
Los primeros dardos asesinos llegaron
en forma de racimos de fuego que iluminaron la madrugada.
Parecían estrellas rutilantes desmayándose a orillas del mar,
el cielo se tiñó de un amarillo encendido.
 
Hombres con fuego en sus manos
llegaron de todos lados hiriendo y asesinando cuerpos.
Era la noche de la fiesta y termino siendo la
noche más larga de muerte que recuerden los judíos.
 
La embriaguez del Yom Kippur no les permitió verlos venir
Eran tantos, llegaron de todos lados como fantasma
recordándoles que la vieja deuda de sangre
no estaba zanjada y que solo abonarían una parte.
 
La noche zigzagueo violando los preceptos de la oscuridad
El cielo adormecido acunaba la luz de la luna
Y las estrellas mitigaban el amor de los dioses
No se esperaban un despertar violento de llanto y dolor.
 
Lo que siguió fue una masacre a inocentes
Niños y mujeres mutilados, asesinados a sangre fría.
Los hombres despertaron al ruido de los fusiles
y de los cohetes que caían sobre Israel el fuerte.
 
El pánico cundió sobre todo lo que se movía
No habían experimentado en muchos años
un ataque artero, casi quirúrgico.
Hamas despertaba de su largo letargo de sed de venganza.
 
Las aguas quietas del mar grande, el mar de los filisteos
por donde han navegado los sueños de grandeza
de grandes reyes, unos ungidos y otros ceñidos su espada
plantaron la semilla de la discordia que germina sin cesar.
 
¡Oh Dios! Si tu grandeza es infinita porque no sacas
tus carros de fuego y hieres al enemigo que por siglos
ha buscado la confrontación y el derrame de sangre
de tus hijos y de los hijos de los que dicen ser tu pueblo.
 
Son centenas de miles los que han muerto
en los más de dos siglos que enviaste a tú hijo el divino
a enseñarles que el amor lo perdona todo
y que bien valía el sacrifico del cordero por el rescate de los buenos.
 
En todos estos años el mirlo, el carbonero, el buitre leonado,
el águila real han sido testigos fieles de que el corazón de los judíos
es como el estiércol, es la suma de todos los odios y miedos,
envanecimientos y narcisismo de un pueblo que hoy odias.
 
Hay seis cosas que Jehová de veras odia; si, siete son cosas detestables,
afirma el profeta: manos que derraman sangre inocente,
un corazón que fabrica proyectos perjudiciales,
pies que se apresuran a correr a la maldad.
 
Israel ha caído en la trampa de Satanás
Los sionistas glorifican la guerra y la humillación de los santos
La santa ciudad de Jerusalén, llora a sus hijos de todas las naciones
y al santo de Israel, el glorificado a quien humillan en sus ritos.
 
Allí entre los muros de Jerusalén, entre la historia del Gólgota
y el paseo de Capernaum donde el hijo prodigo santificó al padre
aun se escuchan los rumores de los filisteos y judíos urdiendo
su crucifixión, el rey de reyes debía morir para salvar su estatus.
 
Hoy no es diferente, Jesús sigue siendo sacrificado con cada muerte
de israelita o palestino. Cada niño caído, cada mujer asesinada,
cada hombre indistintamente de su nacionalidad, representa
al hombre, la mujer, el niño o el anciano por quién vino el Cristo.
 
Las naciones garantes de la paz no quieren la paz
Atizan la guerra con más pertrechos de guerra para el invasor.
El cercenador de tierras sagradas envía toda su maquinaria bélica
al extermino de un enemigo que solo tiene corazón para defender su inocencia.
 
Aun veremos mucha tierra quemar
Y muchos cuerpos volar por los aires
Es el tiempo del ensañamiento contra los débiles
Pero pronto el vengador pondrá fin a la guerra.
 
Solo un poco más tiempo y el tiempo del juicio
de los que han hecho del odio y la maldad su coraza
quedarán expuesto a la espada de Jehová,
que esta vez no enviará al pacificador sino al vengador.
 
Qué argumentaran tus hijos Israel
Tu ofrenda de tórtolas y corderos esta manchada
con la sangre de los inocentes. Toda la gloria de tus logros
han quedado eclipsados por tus asesinos a sueldo.
 
El mar grande se orilla a morir en las arenas de Gaza
Su silente llanto sube grave a las derruidas casas de la ciudad
mientras las piras de los muertos palestinos encienden
las tenebrosas noches de una ruidosa guerra sin fin.

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