Sencilla muerte
Echó una mirada a su alrededor
todo le parecía surrealista
era un paisaje frio, metálico
con paredes blancas y una luz demasiado áurea
para su gusto melancólico.
El hombre abrazo su sencilla muerte
debió haber muerto hace mucho tiempo.
No sabía cuánto había pasado desde la última primavera
parecía que volvía de un largo viaje
sin embargo, había estado estático, sin movimiento.
Los huesos los sentía entumecidos
la fiebre iba y venía con oleadas de escalofríos.
El dolor era intenso en los músculos de las piernas.
¿No sabía si volvería a pararse?
Echó una mirada a su alrededor
todo le parecía surrealista
era un paisaje frio, metálico
con paredes blancas y una luz demasiado áurea
para su gusto melancólico.
Su último paradero había sido en un bar
había muchas féminas cruzándose entre las mesas
la música era escandalosa y chillante
pero siempre iba allí por ella
tenía la sensación de que la conocía de otras vidas.
Había un no se que en su mirada perdida
que lo hacía voltear hacía ella
buscando esa complicidad que da la lujuria
y que busca aterrizar en ese paisaje lunar
su nave errante de ocio y de mil pies
como si fuera una conquista cósmica y delirante.
El hallazgo de un hombre muerto
con unos cortes en sus dos brazos
a la altura de sus muñecas
y sus extremidades echa añicos
parecía ser solamente una casualidad caustica.
Quién diría que ese alguien era un enamorado
de una musa de la que solo sabía
su dirección de calle,
que pasaba silbando una vieja canción
en el laberinto de casas y direcciones sin nombres.
La huella dactilar reveló su nombre
era el mismo viandante de los versos locos
de la camisa raída por el musgo de besos
inclinados al vacío de los labios.
