Cargando...

Amantes

A solas estamos uno frente al otro sin razón alguna, no sabemos cómo terminamos en ese hotel si se suponía que nuestro destino era su boda, ¿qué pensaría su prometido si nos viera en este lugar a punto de cometer una locura? Eso era lo de menos, lo único que estaba en mi mente era el reflejo de Marta que estaba frente a mí, mirándome fijamente con sus ojos misteriosos e intimidantes, me miraba con deseo, su silueta, tan perfecta, sus bordes, sus detalles, su cabello, las gotas de sudor que me encantan, me permite ver la mejor pintura.

Ella me toma de la cintura y me besa profundamente como si estuviera esperando esto mucho tiempo, desliza sus manos por mi espalda, por mis pechos, mi cabello. Nos tocamos como dos animales en celo, galopando, jadeando agitadamente, contemplando el sudor, la humedad, el placer, dos cuerpos templados a la par y pasamos de hacernos escultura desnudas y perfectamente talladas, a ser dos gatos enredados con la respiración agotada aún, disfrutando de la calma y el silencio que otorga ese cuarto oscuro, abrazado a ella entre sábanas, entre cabellos, acaricio su rostro con la dulzura que jamás había tenido, con la delicadeza que no creía tener.

Quise decirle en ese instante que le quería tanto, que tenía un –te amo-atascado en la garganta y un profundo amor atorado en el pecho, que amaría despertar cada mañana y sentirla a mi lado, que leerle el periódico y mis poemas no sería para nada desagradable. Pero nada salió de mi boca, solo senti mi pecho arrugarse y me solté de Marta con indiferencia mientras lloraba, ella me abrazó de inmediato y me vistió como si presintiera algo. Como si supiera que su prometido está en camino.

Preferido o celebrado por...
Otras obras de Leonela...



Top