Los astros tiemblan al cruzar tu sombra,
y yo, en la entraña del temblor,
suspiro en la música del aire.
Enséñame el idioma de la brasa,
la voz que abre los cielos.
Sea mi lengua espiga de tu aliento,
vasija de tu sol.
Mi ser es la arcilla mordida por el agua,
polvo de sueños...
pero si tocas mi carne,
si te posas tú, seré un espejo;
si me respiras tú, seré soplo del viento.
Llévame al borde donde el mundo se quiebra
y se olvidan las formas
y todo se pliega en un mismo haz
y no hay más frontera ni hito que la luz.