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REENCUENTRO CON EL TIEMPO

De pequeño imaginaba tus contornos
y buscaba la linde a tus dominios.
Eras alto, grueso y fuerte, no descansabas
la noche,
te ocupabas en cumplir lo puesto a término,
te empeñabas en acarrear esos cajones... y yo
te decía que no era bueno.
Necesitabas paz y te ofrecía mi vaso.
 
Más de una vez me dije, me pregunté:
¿Cómo es posible? No se detiene.
Sus brazos caerán por el trabajo,
mas seguiste,
pertinaz,
con los brazos y el trabajo.
 
Después no pensé en ti,
otras y otras me atrajeron. Yo
era grande y resbaloso como un pez de mar...
 
La carne me impidió hacer mis abstracciones.
Como una moneda enferma
te perdiste de viejo en mis bolsillos.
 
Hoy te encuentro y eres aún
«Felipe», el de siempre,
el alto, el grueso, el fuerte,
como lo fuiste siempre; más no sé...
si te ofrezco aún mi vaso para que bebas paz,
si sigues igual,
hoy te vuelves contra mí, ya cambiado de nombre.
 
Oh Felipe,
         oh tiempo,
                déjame concluir este poema:
 
¡Tierna niñez! ¡Límpidos escaños!
Todo el día gira alrededor del ojo
cuando descubres, gris, la verdad insolente:
 
Empapado de luz y de utopías,
dialogando va el hombre con el tiempo
(eterno discurrir) pero lo absurdo
de su tema devora al pensamiento.
 
Empapado de luz y de utopías,
condenado a morir, yo, cuerpo a cuerpo,
me resisto a ladrar sus homilías
y en su fe comulgar su padrenuestro.
 
¿La razón esencial? Principalías,
predominio y dominio... ¡en panaceas
que confiscan a Dios!
                                En una idea:
lex humana enmendando lex divina.
 
¡Que la voz no se extinga!
                                        En este canto
queden dados mi fe y mi testamento,
testigo del abismo, de que el tiempo
abre el instante y en él
se desvanece...

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