Eclipses del Alma
Eclipses del Alma
Te regalo una estrella
que encontré en el sendero,
no sé si es un lucero
o un suspiro perdido.
No sé si su destello
es fruto de la aurora
o acaso una metáfora
de un amor no vivido.
¿Será que el tiempo anciano
le robó su fragancia?
¿O guarda en su esencia
la huella de un latido?
No sé si fue el invierno
quien le cortó las alas
o si la primavera
le dio un nombre sin nido.
Amor,
eres el fuego que enciende mi ser,
la brisa que mece mi piel al anochecer.
Eres lago de invierno,
tormenta tropical,
un viaje sin regreso
hacia lo celestial.
Yo soy luna menguante,
tú, el sol de mi existir,
un río que no sabe
dónde terminará.
Eres sal en mi herida,
azúcar en mi café,
el verso que repito
sin poderlo olvidar.
Te regalo mis huellas,
las que el viento borró,
el eco de un abrazo
que en silencio guardó.
Te regalo septiembre
con su lluvia fugaz,
un atardecer rojo
que se funde en tu paz.
No sé si esta ternura
es fruto del destino
o un simple laberinto
que ambos decidimos andar.
Pero en tus ojos miro
un jardín florecido,
donde el tiempo se duerme
y el miedo se ha esfumado.
Amor,
eres trigo en el campo,
la miel en mi dolor,
el faro que alumbra
mi mar sin temor.
Eres canto de lluvia,
raíz de mi pasión,
el nombre que susurro
en cada canción.
Si la vida es un viaje
de preguntas sin fin,
tú eres la respuesta
que late en mí.
No importa el camino,
ni el dónde ni el cuándo,
contigo hasta el polvo
será caminar juntos.
Amor, solo tuyo
es este corazón:
un libro de estampas
y un viejo acordeón.
Tus risas son himnos,
tus lágrimas, salvá,
juntos somos verso...
y el mundo, poesía.
—Luis Barreda/LAB
