Luis Barreda Morán

El Quetzal

El Quetzal
 
Brilla en la montaña, entre la niebla y el sol,
un ave de colores, maravilla de la creación.
Su plumaje es un verde que parece líquido,
y su pecho colorado, como el fuego encendido.
 
Largas plumas su cola, una estela de luz,
al volar entre árboles, se pierde en la espesura.
Es silencioso y libre, rey del bosque nublado,
un tesoro viviente, por la naturaleza creado.
 
No es un pájaro cualquiera, es símbolo inmortal,
de la tierra que quieren los hijos de Guatemala.
Representa la libertad, el valor y la paz,
un emblema de lucha que jamás se doblegará.
 
Sus alas verdes son como la esperanza viva,
que en el pecho del pueblo, con fuerza relucía.
El rojo de su pecho, la sangre derramada,
por una patria libre, amada y respetada.
 
Vuela alto en los cielos, sobre volcán y valle,
custodiando los sueños que en esta tierra caben.
Es mensajero antiguo de culturas de ayer,
un lazo con los abuelos que debemos tener.
 
En la bandera ondea, en monedas y escudo,
recordando a los todos lo que nunca ha sido mudo:
Que Guatemala es bella, fuerte, diversa y única,
como el ave sagrada, de belleza magnífica.
 
No se deja enjaular, prefiere la altitud,
moriría de pena si le roban su vuelo.
Así es el corazón del guatemalteco entero:
Libre, noble y orgulloso, valiente y verdadero.
 
Es promesa de futuro, raíz del pasado antiguo,
un faro que nos guía con su esplendor amigo.
Verlo cruzar el cielo es un milagro diario,
un regalo del bosque, puro y necesario.
 
Guatemaltecos, cuidemos este don sin igual,
protejamos sus bosques, su nido natural.
Que por siempre el Quetzal, con su belleza rara,
siga siendo el símbolo de la patria amada.
Porque en cada pluma verde, en su rojo fulgor,
late el alma de Guatemala, su fuerza y su valor.
Es el ave más bella, es el canto sin voz,
de un pueblo que perdura, lleno de fe y de amor.
 
—Luís Barreda/LAB

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