luis barreda

La belleza que florece en el alma

La belleza que florece en el alma
 
No es el brillo de un rostro sin marcas,
ni la sonrisa que nace sin huella,
la belleza más pura se remarca
en quien conoce la noche más estrecha.
 
Quien cayó en el lodo y se levantó,
quien sintió que el mundo se le rompía,
pero en su pecho guardó una canción
que convirtió el miedo en valentía.
 
No es la piel suave, ni el cuerpo erguido,
es la mano que tiende al que se hundió,
el silencio que abraza al herido,
la mirada que entiende sin preguntar.
 
Quien lloró en la sombra de un fracaso,
quien perdió lo que más amó en la tierra,
aprendió a dar cariño paso a paso,
como el agua que cura una guerra.
 
La tormenta no borra su camino,
teje en su alma un sendero más claro;
no es la fuerza de un golpe repentino,
sueña con el mundo, pero sin reparos.
 
Sabe que el sol nace tras el invierno,
que en el barro crecen las azucenas,
y en su pecho, como un fuego interno,
arde la luz de las cosas buenas.
 
No juzga al que tiembla, al que vacila,
porque conoce el peso del dolor;
su belleza, sencilla y tranquila,
es un faro de eterno resplandor.
 
La vida no es un jardín sin espinas,
ni el amor un camino sin caídas,
pero en las grietas de las ruinas
nacen flores que son más vividas.
 
Así, la gente que ha visto el abismo,
no busca aplausos ni glorias vacías:
su belleza es un dulce compromiso
con la esperanza que nunca se iría.
 
—Luis Barreda/LAB

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