Luis Barreda Morán

Mi Pequeña del Cielo en Los Ojos

Mi pequeña del cielo en los ojos
 
Bajo el manto de noches estrelladas,
donde el mar sus secretos guarda,
tus ojos son dos lagos de azul claro,
dos faros que iluminan mi armario.
 
La luna teje hilos de plata fina
sobre las olas que cantan su melodía,
y en tu mirada navega una carabela
llena de sueños, candor y estrellas.
 
Tu pelo es oro derretido al viento,
rayo de sol en el atardecer lento;
lo mece la brisa con dulce compás,
y hasta el rocío se quiebra al pasar.
 
Tus labios son pétalos de amanecer,
sonrisa que ahuyenta todo pesar;
en ellos baila la luz de la aurora,
y el mundo se llena de esperanza ahora.
 
Hueles a bosque, a lluvia y a azahar,
a jazmín que florece sin cesar;
tu piel guarda el aroma del verano,
y en cada suspiro nace un milagro.
 
Duendes tejen rimas en tu cabellera,
hadas te nombran su compañera;
los pájaros susurran tu nombre al volar,
y el río repite tu risa al pasar.
 
Eres princesa de castillo sin muros,
tesoro escondido entre los juncos;
tu alma es cristal, tu corazón mar,
y en él me pierdo sin respirar.
 
No hay invierno que apague tu fuego,
ni sombra que opaque tu espejo;
eres el canto del trigo en la brisa,
la melodía que jamás se desliza.
 
Si la tristeza quisiera besarte,
se rompería al contemplarte;
porque en ti vive la primavera,
y en tu luz, hasta el dolor se aleja.
 
¡Oh, pequeña princesa de alma celestial,
en tu mundo inocente solo cabe la paz!
Que los años no apaguen tu esencia de rocío,
sigue siendo ese ángel que ilumina el río.
 
—Luis Barreda/LAB

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