No, No Me Estoy Volviendo Vieja
No, No Me Estoy Volviendo Vieja
No, no me estoy volviendo vieja,
me estoy volviendo raíz:
la que sostiene sin pedir permiso,
la que elige la luz sin mirar al suelo.
Dejé de ser espejismo para otros,
ahora soy río que traza su cauce,
llevando en el agua solo lo necesario:
palabras verdades, silencios que sanan.
Cambié las fiestas por madrugadas de tinta,
las copas vacías por versos llenos de tiempo.
En mi bolsa, ya no hay polvo de apariencias,
solo libros abiertos como ventanas al viento.
El vino se volvió café, amargo y despierto,
y las risas fingidas, pájaros que solté al cielo.
No, no es vejez lo que marca mis pasos,
es la savia de un árbol que crece hacia adentro:
podé ramas muertas, deshojé mentiras,
y en su lugar, brotan semillas de invierno.
¿Amargura? No. Es el tacto firme
de quien aprende a soltar lo que duele.
Ahora mi risa escribe auroras,
mi piel guarda mapas de lunas y trigo.
Camino lento no por cansancio,
sino para oír al musgo, al grillo,
para que la prisa no me arrebate
el aroma del pan recién horneado.
Los sábados duermo temprano, sí,
pero los domingos amanezco en lenguas antiguas:
traduzco el canto de las hormigas,
memorizo el nombre secreto de las lagunas.
El silencio no es vacío, es un nido
donde incubo preguntas sin dueño.
No, no me estoy volviendo vieja.
Me estoy volviendo alquimia:
convierto el ruido en brisa,
la soledad en compañera,
y en mis manos,
la edad no es un número,
sí un puñado de estrellas
que reparto al andar.
—Luis Barreda/LAB
