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Mirandome

Mi pueblo es faldudo... pequeñito.
Sueña anclado en las laderas de una gran montaña,
Empinado cual niño que quiere ser señorito.
A lo lejos se erigen los nevados y,
Cerca, muy cerca, verde y encaprichado,
Nos mira el cerro
Como imponente seno de mujer dormida...
Embelesado.
En las mañanas, las risas de los chicos
Que juegan pelota por las calles estrechas,
Despiertan del letargo a los locos
Bohemios y enamorados de siempre;
Aquellos que se amanecen cantando en el parque
O en los patios floridos de cualquier estancia...
Tejiendo quimeras.
Recuerdo cuando niña
La primera vez que le di un beso,
Y como prueba de aquel beso me nació un poema;
Poema niño como yo
Que a fuerza de emoción
Y de haber descubierto algo nuevo,
Se fue abriendo paso entre poemas viejos
Que sí eran poemas de verdad.
La buscaba incansable
Entre las siembras del café
Y sobre los techos de las casas añejas...
Quizás allí me la habrían escondido.
¿Por qué no me dejaban quererla?
Yo no era grande. Era chiquita
Y mi amor no conocía de miedos
Ni sabía de normas sociales ni convenios.
Recuerdo el día que se la  llevaron lejos.
Bajo el vuelo de la luna
Y el silencio de la noche adornada
Por miles de farolitos de oro
Que nos bendecían desde el cielo,
La miré como diciéndole que,
Callada y sin mayor revuelo
Se me había anidado en el pecho,
Porque un día... uno de esos día nuevos,
Querernos, había sido de todos
El poema más bueno.
Hoy, a una inmensidad de distancia,
Porque la eternidad abrazó el brillo de su paz,
La suelo recordar.
La veo caminando en su uniforme de escuela,
Los libros bajo su brazo,
Disimulando al pasar.
La veo mirándome desde aquel ventanal...
Mirándome nada más,
Porque ella no me podía hablar
Y yo no me podía acercar.
Por eso, cada vez que vuelvo a mi pueblo,
Al que nunca creí regresar,
Me abarca la melancolía
Y me dan ganas de volar.

(1994)

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