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a veces dejo que la vida me duela

 
y la existencia y las obligaciones y todo eso
después me anestesio
sigo el cam del alch y todo eso
pero me gusta hacerme doler la vida
sentir esas faltas de aire
esas acideces en la boca del estómago
esas presiones en el pecho
esas contracturas en la cervical, en los hombros, en la espalda
ese ardor de ojos
esa rigidez en las articulaciones
esas culpas que pican atrás de la oreja
y que rasco hasta sangrar
esas aniquilaciones cotidianas
en los límites de los nervios, de los sentidos
así me siento el cuerpo, así me entero de que sigo acá
 
pienso en los dolores de hace dos años
en los dolores de hace dos meses
en los dolores de hace dos semanas
en los dolores de hace dos días
en los dolores de hace dos horas
que ya no siento, pero dejaron rastro
pienso en todo eso y escribo
-en pedo, cómo no, emborrachado-
porque no se puede hacer nada que implique una reflexión
un doblarse-hacia-sí-mismo
si no estoy anestesiado, si tengo que vivir,
y pienso que por eso me alcoholizo por las noches
-hasta el tope del hígado
destilándome las arterias-
lo hago para sentirme el cuerpo por la mañana
cuando no pueda levantarme y tenga los intestinos calcinados
 
escribo borracho
como si me creyera un Onetti
o un Hemingway
o un Faulkner
o un Kerouac
o un Bukowski
(no me gusta mucho Bukowski ni cómo escribía,
pero no se puede negar que sabía escabiar bien)
o cualquiera de esos borrachos que se hacían los escritores
y pienso en los dolores
y digo que me gusta dolerme porque ya no me duele
y me pasa el tiempo indolente, tranquilo, yéndose, eterno
y no me pasa nadaaaa de nadaaa
de nadaa
de nada
de nad
de ná
d ná
n
 
pero solo puedo llegar a estar así, anestesiado,
adormecido, embriagado, aletargado, obnubilado
y solo se puede saber cómo es el dolor
y solo se puede llegar a la ataraxia, a la iluminación, a la santidad
y todas esas promesas para después
porque alguna vez dolió la vida en el ahora y porque
a veces dejo que la vida me duela

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