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Mirada indiscreta

Una angustia insoportable me carcome cuando intento descifrar lo que pasa en el departamento de enfrente. Acumulé instantes rutinarios, espiados desde mi ventana, que circundan esa gran elipsis; pero sigo sin saber quién es ni qué hace.
Se levanta antes del mediodía, lo sé porque sube la persiana, sale al balcón y se queda mirando un rato hasta que vuelve adentro. Después deja la persiana a media altura,  y solo veo un par de piernas moverse. Supuse que es un monoambiente porque siempre da vueltas en el perímetro de la habitación, como si no tuviera dónde ir, como un pájaro enjaulado. Por la tarde la persiana se baja del todo y quedo a oscuras, hasta el mediodía siguiente. Los fines de semana casi no se ve. Supongo que está todo el día adentro, o quizá sale a pasear. A veces escapan haces de luz por entre las hendijas de la celosía, hasta las cuatro de la mañana, cuando esas luces se apagan. No sé si vive con alguien, creo haber visto más de dos piernas deambulando, no podría asegurarlo.
¿Cómo se llama? ¿Qué edad tiene? ¿Qué le gusta hacer? ¿De qué trabaja? ¿Tiene trabajo? ¿Qué almuerza? ¿Almuerza? ¿Mira televisión? ¿Tiene televisión? ¿Qué hace por la tarde? ¿Sale alguna vez de su departamento? ¿Qué cena? ¿Cena? ¿Tiene mascotas? ¿Recibe visitas? ¿Escucha música fuerte los fines de semana? ¿Limpia a fondo los domingos por la mañana o prefiere dormir hasta el mediodía? ¿Por qué apaga la luz tan tarde? ¿Llora hasta dormirse? ¿Puede dormir?  Me pregunto todo esto bastante seguido. No puedo sacarme de la cabeza la incertidumbre del desconocimiento total.  Pero la incógnita absoluta, mi mayor preocupación, el verdadero problema es ¿cómo va a pagar el alquiler de este mes?

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