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La revolución permanente

Estaba en la fila de la Anses, creo, porque tenía que hacer un trámite para cobrar una beca de la escuela. Sí, era eso, un trámite para que me den una beca. Y este tipo, bah, este señor, por no decir viejo, porque era un hombre grande. Sí, bueno, este señor estaba detrás de mí. Y me preguntó algo como qué hora era, o algo así, y yo no me di cuenta que era para sacarme conversación, porque pensé que en serio quería saber la hora. Ahora que lo pienso... en una fila de casi dos cuadras, para hacer un trámite de Anses, un viejo quería saber la hora... Y encima era temprano, para qué hubiera querido saber la hora. Pero bueno, esa mañana yo también estaba medio dormido, entonces le dije la hora nomás. Pero con buena onda, obvio, si estaba dormido, pero no soy maleducado, no, ni tampoco soy un ortiva, obvio. Además parecía buen tipo. Entonces ahí me preguntó otra cosa. No me acuerdo qué me preguntó. Era algo como qué tramite iba a hacer, o algo así. Y le dije que era por una beca de la escuela. Sí, creo que fue así. Y le pregunté a él qué iba a hacer y me dijo que era por algo de la jubilación. Bueno, en realidad no estoy seguro, pero qué otro trámite podía estar haciendo una mañana de junio un viejo en la Anses. Entonces me preguntó si estaba en la escuela o si estudiaba, o algo así. Y le conté que iba a la Industrial, ahí, a un par de cuadras. Y me preguntó en qué año estaba, y le dije que en sexto, en electrónica. Y ahí, cuando vio que le dije algo que no me había preguntado, creo que se dio cuenta que yo también estaba medio aburrido y quería hablar de algo, de cualquier cosa, con alguien. Entonces me dijo algo como que la electrónica era el futuro, que él no entendía nada de eso, pero que el mundo iba para ese lado, y me mostró su celular de tapita, o de esos que solo tienen botones, no me acuerdo, pero era viejo, y me dijo que él tenía ese celular, pero nunca lo usaba, porque no entendía nada. Entonces le dije que si no tenia nietos o alguien que pudiera ayudarlo. Y me dijo que tampoco le importaba mucho usar el celular, que sabía nomas contestar las llamadas que recibía de vez en cuando y nada más, eso nomás. Me dijo que él prefería leer libros, que era más productivo que ver la tele y andar con el celular. Me preguntó si yo leía. Y en esa época yo andaba leyendo creo que El guardián entre el centeno, o libros de esa onda, y Fahrenheit 451 y La naranja mecánica y 1984 y La edad de la razón, esos libros de pendejo que se hace el intelectual, pero recién está arrancando a leer cosas un toque diferentes de las que dan en la escuela. Y le contesté que sí, que me gustaba leer de todo un poco. Y me dijo que él leía de política, de filosofía, un poco de todo también. Me dijo que ahora no sabemos el privilegio que tenemos por poder leer los libros que queramos, y así y todo nadie lee. Yo le pregunté por qué decía eso y le dije que es verdad que la gente no lee tanto a veces, pero bueno... Y ahí me contó esa historia de los libros que quemaron en el fondo de su casa. Por cagón me dijo, si nunca les revisaron nada al final. Pero no sabían, no podrían haber sabido. Si a un vecino se lo habían llevado por tener algunos libros de... ahí no me acuerdo cuál libro me dijo, pero creo que era algo como La razón de mi vida, o algo así. Él me contó que tenía cosas incluso peores, que tenía unos diarios de Trotsky que ya no se consiguen, y él los quemó, me dijo que le dolió bastante quemarlos, y que tenía La revolución permanente, que ese todavía lo seguía leyendo de vez en cuando, pero que esa edición que tenía ya no se consigue. Y yo le pregunté si militaba, porque en esa época yo también me hacía el militante y era un pendejo idealista y medio gil. Y me contestó que sí, que militaba con varios que tuvieron que exiliarse para el lado de Chile, porque andaban en movimientos revolucionarios jodidos. Él no tanto, me dijo, él había entrado por unos amigos, porque eran todos laburantes y después de salir del trabajo hacían reuniones en una biblioteca que quedaba ahí por Villa Krause, creo que así me dijo. Y me contó cómo sería más justa la sociedad si siguiéramos las propuestas de Trotsky, que ellos querían eso, para eso militaban. Yo le dije que no sabía, que no era tan fácil igual, que llevaba mucho tiempo y no servía la teoría del foco y todo eso. Yo no sabía una mierda de la teoría del foco y todavía no sé tanto, pero en esa época creo que escuchaba las clases de José Pablo Feinmann en la TV Pública y de vez en cuando repetía algunas cosas de esas clases. Entonces me contestó que era verdad, que a ellos les costó bastante, pero que era mejor que no hacer nada. Y me dijo que además era mejor que la gente supiera y estudiara por su cuenta, para mejorar la sociedad y todo eso, algo así creo que me dijo, no me acuerdo. Y yo le dije que era verdad, que capaz si todos leyéramos más y supiéramos un poco más de cómo funciona el mundo, podríamos hacer algo, pero bueno, no sé... Y él me dijo que por eso seguía leyendo, para no quedarse con lo que le decían nomás, y me preguntó qué edad tenía. Le dije que 17. Y me dijo que era una pibe todavía, que podía hacer muchas cosas. Yo le pregunté qué edad tenía él y creo que me dijo arriba de 70, pero no me acuerdo. Me dio pena que un hombre así de viejo tuviera que hacer una fila tan larga una mañana de junio y pensé que, quizá, podría haber mandado a otra persona a hacer la fila por él, pero también pensé que capaz lo hacía para hablar con alguien y me alegré de haber sido esa persona que podía hablar con él y que justo pudiéramos hablar de lo que él quería, o más o menos, porque yo no sabía tanto. Pero no le dije nada. Entonces no me acuerdo de qué más hablamos, pero creo que seguimos hablando de otras cosas.

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